Instalación acústica.
Medidas variables.
MPEG-4. Duración: 51min 07 s
Grabación (solo de mi voz), contando el chiste del oso (12 versiones distintas). El chiste como obra de arte, sin autor. La versión varía en algunos detalles cada vez que lo contaba, pero no en lo sustancial. El audio de la acción se reprodujo (en bucle) en la sala de exposiciones constantemente. A un volumen bajo para que el público tuviera que acercarse a los bafles y prestar atención.
Si algún coleccionista compra esta pieza, declamaré el chiste donde lo quiera exponer o almacenar.
Se le entregará un certificado en el que se recoja la propiedad de dicha acción.
Acoustic installation.
Variable dimensions.
MPEG-4. Duration: 51min 07 s
Recording (only my voice), telling the joke of the bear (12 different versions). The joke as a work of art, without author. The version varies in some details each time I told it, but not in substance. The audio of the action was played (looped) in the exhibition hall constantly. At a low volume so that the audience had to get close to the speakers and pay attention.
If any collector buys this piece, I will declaim the joke wherever I want to display or store it.
A certificate will be given to him/her stating the ownership of this action.
Va un cazador, ataviado con su indumentaria de camuflaje y su rifle profesional, por una montaña de tupidos matorrales, en esto que bajando una escarpada ladera, ve muy abajo, junto a un arroyo cristalino y torrencial, a un oso saciando su sed, el cazador se acerca sigilosamente a él, moviéndose en contra del viento, para no delatar su posición, monta su rifle, visualiza al animal a través de su mira telescópica, analiza las variantes climatológicas, hace sus caculos, apunta, se concentra y dispara al oso. En esto que el oso nota cómo una bala le pasa silbando, casi rozando su oreja derecha, se yergue y otea a su alrededor, descubre al cazador en su puesto, le mira y con tono serio le espeta a éste: ¡tú! ¡has intentado matarme! -el cazador escucha atónito, trata de negarlo, con gestos y aspavientos, incrédulo y sorprendido por que un oso le hable, un oso al que ha intentado matar-, el oso prosigue sentencio: ¡Te voy a dar dos castigos a elegir y no tienes más remedio que decidirte por uno de ellos!, los castigos son: o zarpazo! o pollazo!. El cazador, estupefacto ante la gravedad de la acusación, sopesa con cuál de los dos castigos quedarse, piensa que el zarpazo de un oso podría acabar con su vida fácilmente, por otro lado, entiende que con el pollazo su vida no corre peligro y que en poco tiempo podrá marchar, pero le horroriza; así es que, ante la urgencia, se arma de valor y con la entereza que es capaz de mostrar, dirigiéndose al oso le manifiesta su deseo: e, e, Elijo pollazo. El oso sin más contemplaciones le indica mediante gesticulaciones que se tumbe junto a su regazo y se prepare para el acto. El cazador, deposita con precaución su rifle sobre un tronco, se quita la chaqueta, se despoja de la cartuchera y la coloca junto al rifle, se desabrocha el cinturón y los pantalones, se los baja y se sitúa boca abajo donde el oso le ha indicado. Sin preámbulos ni preliminares el oso le penetra, el cazador nota primero su gran peso, el olor del oso, su calor, su piel tupida, y seguidamente, cómo este lo penetra. El oso jadea de placer, tras unas bruscas envestidas el oso eyacula. El cazador aturdido y ruborizado, nota el calor en su interior y siente como el oso le moja la oreja con su respirar jadeante. El oso extasiado se da media vuelta y como si el cazador no existiera, se recuesta soñoliento sobre la frondosa y refrescante hierba. El cazador se pone en pie, se sube los pantalones se abrocha el cinturón, se coloca la cartuchera y la chaqueta, recoge su fusil y se marcha apesadumbrado ladera arriba, a media ladera, desde donde antes disparo al oso, se detiene, vuelve en sí, se gira, vuelve a ver al oso y piensa, ahora sí que lo tengo a tiro, monta el rifle, apunta y vuelve a disparar al oso. El oso vuelve a escuchar la bala cuando le pasa rozando su oreja, se yergue, ve de nuevo al cazador y le dice: ¿tú no has venido aquí a cazar, nooo?.
Este chiste -que bien se podría considerar como un cuento- con múltiples lecturas, es uno que cuento desde hace mucho tiempo y nunca de la misma manera.
Chiste, 2018
Primera versión
Va un cazador por una montaña de tupidos matorrales, una soleada mañana de primavera, ataviado con su nueva indumentaria de camuflaje y su moderno rifle de cerrojo. En esto que, bajando una escarpada ladera, ve muy abajo, junto a un arroyo cristalino y torrencial, a un gran oso saciando su sed; el cazador monta silenciosamente su rifle, se acerca sigilosamente a él, moviéndose en contra del viento, para no delatar su posición, visualiza al animal con sus prismáticos con telémetro, analiza las variantes climatológicas, hace sus caculos, apunta, se concentra, respira y dispara al oso. En esto que el oso nota cómo una bala le pasa silbando, casi rozando su oreja derecha, se yergue sobre sus dos patas traseras, otea el entorno, olisquea el aire a su alrededor y sorprende al cazador escondido en su puesto. Le mira iracundo y con tono serio le grita contundente: ¡tú!, ¡sí, tu! ¡has intentado matarme! El cazador escucha atónito y sorprendido; no da crédito. Trata de negar inútilmente lo evidente, con gesticulaciones y aspavientos torpes. Incrédulo y sorprendido por que un oso le esté hablando, un oso al que ha intentado matar, o asesinar. Entonces solo acierta a decir: Yo, yoo… El oso prosigue sentencioso: Ni yo ni leches, ¡Te voy a dar dos castigos a elegir y no tienes más remedio que decidirte por uno de ellos!, los castigos son: ¡o zarpazo! o pollazo!, ¡Decídete! El cazador, estupefacto ante la gravedad de la acusación que se le imputa y lo inverosímil de la situación que se le plantea, sopesa con cuál de los dos castigos quedarse. Piensa acertadamente, que el brutal zarpazo de un oso podría acabar con su vida fácil y dolorosamente, por otro lado, entiende que con el pollazo su vida, en principio, no corre peligro y que en poco tiempo podría marcharse y olvidarse del asunto, pero el aceptar esta opción también le inquieta; Y ante la urgencia, se arma de valor y con la entereza que es capaz de mostrar, dirigiéndose al oso le manifiesta su opción: eh, eh, Elijo pollazo. El oso sin más contemplaciones le indica mediante gestos que se tumbe junto a su regazo y se prepare para el acto. El cazador, apoya con mimo su rifle sobre un tronco, hace lo mismo con los prismáticos, se despoja de la cartuchera, se quita la chaqueta y la coloca doblándola, junto al rifle, se desabrocha el cinturón y los pantalones, se los baja y se sitúa, a cuatro patas, donde el oso le ha indicado. Sin más preámbulos ni preliminares el oso le penetra. El cazador nota, la contundencia de la embestida, luego, siente como si el gran cuerpo del animal le inundase o lo absorbiera; nota una especie de embriaguez, producida por su fuerte olor, su denso calor, y su tupida piel de duros pelos. El oso jadea y gruñe de placer, tras unas bruscas envestidas el oso eyacula abundantemente. El cazador aturdido y ruborizado, nota el calor en su interior y siente como el oso le moja la oreja con su respirar jadeante. El oso extasiado se da media vuelta, se olvida del cazador y se queda dormido sobre la frondosa y refrescante hierba. El cazador se pone en pie, se sube los pantalones se abrocha el cinturón, se coloca la chaqueta y la cartuchera, recoge su fusil y sus prismáticos con telémetro y se marcha apesadumbrado, ladera arriba. A media ladera, desde donde antes disparo al oso, se detiene, vuelve en sí, se gira, vuelve a ver al oso, ahora dormido, y piensa, no puedo dejar escapar esta oportunidad, monta el rifle, apunta y vuelve a disparar al oso. El oso vuelve a escuchar la bala, cuando de nuevo le pasa rozando, y piensa para sí, otra balaaa. Se yergue resueltamente, pilla de nuevo al cazador, donde antes lo descubrió y le dice jocosamente: ¡huy!, ¿tú no has venido aquí a cazar, nooo?
Chiste, 2018
Última versión
Transcripciones de dos de los audios.
A hunter, dressed in his camouflage clothing and his professional rifle, goes through a mountain of dense bushes, while going down a steep slope, he sees far below, next to a crystalline and torrential stream, a bear quenching his thirst, the hunter stealthily approaches him, moving against the wind, so as not to give away his position, mounts his rifle, visualizes the animal through his telescopic sight, analyzes the weather variations, makes his calculations, aims, concentrates and shoots at the bear. As the bear notices a bullet whistling past him, almost grazing his right ear, he stands up and looks around him, discovers the hunter at his post, looks at him and in a serious tone snap at him: you! you tried to kill me! -the hunter listens stunned, tries to deny it, with gestures and fuss, incredulous and surprised that a bear is talking to him, a bear he has tried to kill, – the bear continues sententious: I’m going to give you two punishments to choose from and you have no choice but to decide one of them! The punishments are: claw! or cock!. The hunter, stupefied by the seriousness of the accusation, weighs up which of the two punishments to stay with, he thinks that a bear’s claw blow could easily end his life, on the other hand, he understands that his life is not in danger with a blow from a bear’s big cock and that in a short time he will be able to leave, but it horrifies him; so, in the face of urgency, he arms himself with courage and with the integrity that he is capable of showing, addressing the bear, he expresses his desire: eh…, eh…, I choose cock. The bear without further ado indicates by means of gestures that he lies down next to his lap and prepare for the act. The hunter carefully deposits his rifle on a trunk, takes off his jacket, takes off his holster and places it next to the rifle, unbuckles his belt and pants, lowers them and stands face down where the bear has indicated. Without preamble or preliminaries, the bear penetrates him. The hunter first notices its great weight, the bear’s smell, its heat, its thick fur, and then how it penetrates him. The bear gasps with pleasure, after a few sudden thrusts the bear ejaculates. The hunter, dazed and flushed, feels the heat inside him and feels how the bear wets his ear with his panting breath. The ecstatic bear turns around and, as if the hunter did not exist, sleepily lies down on the lush and refreshing grass. The hunter stands up, pulls up his pants, fastens his belt, puts on his cartridge belt and jacket, picks up his rifle and walks sorrowfully up the slope, halfway up the slope, from where he shot the bear before, stops. He turns back, looks at the bear again and thinks, now I have him in range, he mounts the rifle, takes aim and shoots the bear again. The bear hears the bullet again when it brushes past his ear, stands up, sees the hunter again and says: you didn’t come here to hunt, right?
This joke -which could well be considered a story- with multiple readings, is one that I have been telling for a long time and never in the same way.
Joke, 2018
Fist version
A hunter walks through a mountain of thick bushes on a sunny spring morning, dressed in his new camouflage gear and his modern bolt-action rifle. Going down a steep slope, he sees far below, next to a crystalline and torrential stream, a great bear quenching his thirst; the hunter mounts his rifle silently, approaches it stealthily, moving against the wind, so as not to give away his position, visualizes the animal with his binoculars with a rangefinder, analyzes the weather variations, makes his calculations, aims, concentrates, breathes and shoot the bear. The bear notices how a bullet whistles past him, almost grazing his right ear, stands up on his two hind legs,
scans the environment, sniffs the air around him and surprises the hunter hidden in his post. He looks at him angrily and with a serious tone he yells forcefully at him: you! yes, you! you tried to kill me. The hunter listens stunned and surprised; does not give credit Uselessly try to deny the obvious, with clumsy gestures and fuss. Incredulous and surprised that a bear is talking to him, a bear that he has tried to kill, or kill. Then he only manages to say: I…, I… The bear continues sententious: there is no me worth!, I’m going to give you two punishments to choose from and you have no choice but to decide on one of them!, the punishments are: claw! or cock! Make up your mind! The hunter, stunned by the seriousness of the accusation against him and the improbability of the situation that arises, weighs which of the two punishments to stay with. He rightly thinks that the brutal blow of a bear could end his life easily and painfully, on the other hand, he understands that with the big cock his life, at first
thought, is not in danger and that in a short time he could leave and forget about the matter, but accepting this option also worries him. In the face of urgency, he steels himself and with the fortitude that he is capable of showing, addressing the bear, he expresses his choice: eh…, eh…, I choose cock. The bear without further ado indicates through gestures to lie down next to his lap and prepare for the act. The hunter carefully supports his rifle on a trunk, does the same with the binoculars, takes off his cartridge belt, takes off his jacket and places it by folding it next to the rifle, unfastens his belt and pants, lowers them and He stands on all fours where the bear has indicated. Without further ado or preliminaries, the bear penetrates him. The hunter notes the forcefulness of the onslaught, then feels as if the great body of the animal is flooding him or absorbing him; he feels a kind of intoxication, produced by its strong smell, its dense heat, and its dense skin with hard hairs. The bear gasps and growls with pleasure, after a few rough thrusts the bear ejaculates copiously. The hunter, dazed and flushed, feels the heat inside him and feels how the bear wets his ear with his panting breath. The ecstatic bear turns around, forgets about the hunter and falls asleep on the lush, refreshing grass. The hunter gets to his feet, pulls up his pants, fastens his belt, puts on his jacket and holster, picks up his rifle and rangefinder binoculars, and walks glumly up the slope. Halfway up the slope, from where I shot the bear before, he stops, turns around, sees the bear again, now asleep, and thinks, I can’t let this opportunity slip away, mounts the rifle, takes aim and shoots the bear again. The bear hears the bullet again, when it grazes him again, and thinks to himself, another bullet. He stands up resolutely, catches the hunter again, where he discovered him before, and jokingly tells him: hey, you didn’t come here to hunt, right?
Joke, 2018
Last version
Transcriptions of two of the audios.
Vista de la instalación en Yoes
Museo Barjola. Gijón.
Instalation view in Yoes
Barjola Museum, Gijón
Vista de la instalación en Yoes
Museo Barjola. Gijón.
Instalation view in Yoes
Barjola Museum, Gijón